dijous, 26 de març del 2009

Contra Bolionia: ¿Legitimar o transformar?

Contra Bolonia: ¿Legitimar o transformar?

x Asamblea Estudiantes Libertarios - [ 05.03.09 - 19:08 ]

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x COLECTIVO ESCUELA LIBRE

Andan las universidades revueltas
con lo de Bolonia. Pues Europa sigue
imparable con su proceso de
creación de una superestructura
estatal a imagen y semejanza de
los tradicionales estados-nación.
Este Macro-Estado europeo avanza
bajo el signo de la imposición.
También en la Universidad.
Pues Europa crece como
se parió: proyecto de élites rapaces,
imponiendo sus necesidades estratégicas
como si de voluntades populares
se tratase. “Hemos hecho
Italia; ahora hemos de hacer los
italianos”, decía Massimo d’Azeglio
a finales del siglo XIX. Hoy el lema
es igualmente carnavalesco: “Estamos
haciendo Europa, ya haremos
los europeos”. Porque lo cierto es
que sí que están haciendo Europa:
primero imponen un mercado,
luego una moneda; pronto, quizás,
una Constitución, y un ejército y
una policía unificadas... Y bajando
y unificando, llegamos a la misma
universidad. Así se construye, poco
a poco, la decadente Europa. Luego
ya montaremos el circo democrático:
ese triste desfile de ciudadanos
dirigiéndose religiosamente hacia
urnas perfectamente esterilizadas
de cualquier decisión popular.
Pero aquí lo que queremos
abordar es una imposición
quizás algo más transparente: el de
la creación del “Espacio Europeo
de Educación Superior”, también
conocido como “Proceso de Bolonia”,
ahora que los universitarios
han dicho, según parece, basta.
El objetivo de este “proceso”
es reestructurar el sistema
universitario europeo. Y ello implica
todo: desde la investigación
científica al desarrollo tecnológico;
desde la metodología docente
a la dedicación estudiantil. Pero,
¿quién ha decidido esto?
Nuevamente, es el movimiento
estudiantil quien pretende
abrir un debate que nunca ha existido,
como con todo lo que afecta
a la construcción europea (según
parece, Europa será, si o si). El objetivo
más proclamado del movimiento
estudiantil sería defender
eso llamado “Universidad Pública”
frente a una supuesta agresión que
sufre por parte de un agente difuso
llamado “Proceso de Bolonia”. Éste
proceso, se dice, tendría por objetivo
“privatizar” y “elitizar” dicha
Universidad, de lo que no estamos
tan seguros. Por lo menos este proceso,
de fondo, no inaugura mucho,
sino que más bien sigue tendencias
y mecanismos ya vigentes
y profundamente arraigados.
Pero, ¿qué es y qué supone
Bolonia? ¿Quién está detrás de
esto que atenta contra la Universidad
Pública? ¿Qué es, en definitiva,
la Universidad Pública?
Que sea “pública” quiere
decir que se financia con “dinero
público” esto es, el extraído a la sociedad
por el Estado. Y lo que se
teme es que se produzca un cambio
en la titularidad de la Universidad
(que pase a ser de titularidad, o por
lo menos de gestión, privada). Dicha
“privatización” sólo es posible
si la Universidad produjera realmente
una cantidad de beneficios
que hiciera atractiva dicha operación,
pero en realidad esto no sucede
así. Quizás se pueden llegar
a privatizar algunos servicios que,
efectivamente, sí dan beneficios,
pero ¿desde cuando se privatiza
una actividad que no da dinero?
La Universidad Estatal (vamos a
llamarla por su nombre) responde
más bien a una política algo diferente:
es el cargo sobre la sociedad
de una estructura universitaria que
debe producir “conocimiento técnico-
científico”.
Pero, ¿para quiénes? Lógicamente,
y esto es lo que esperan la
mayoría de los estudiantes, la Universidad
estatal debe proporcionar
unos conocimientos, simbolizados
en un cartón llamado título o diploma,
para poder trabajar “en lo que
a uno le gustaría”. Sólo unos pocos
apelan a una idealización (que
compartimos) de lo que tendría
que ser una universidad. Esto es,
un espacio de formación integral,
humanística, científica, liberadora
etc. cuyo objetivo sería desarrollar
un conocimiento al servicio de la
construcción de una sociedad de
libertad e igualdad. Pero esta carga
ideológica se encuentra únicamente
en alguna aula perdida, y
por el ímpetu de algún profesor
extraviado. La universidad pasada,
y actual, no tiene nada que ver con
esto, hecho que pueden acreditar
todos aquellos que han pasado por
sus entrañas.
Sin entrar más en qué espera
cada uno del paso por la Universidad,
lo que sí está más claro
es qué espera el Estado del paso de
uno: competencia para servir a los
mecanismos de explotación humana
(el Mercado) y/o de la dominación
humana (el Estado en sí). Se
trata de las dos únicas “salidas” de
los estudios, las malditas “puertas”
cuyas llaves nunca vienen con los
títulos ni diplomas. Dichas llaves,
siempre están en manos de otros.
Hasta Bolonia, este proceso
se ha desarrollado a partir
de una “explotación extensiva de
estudiantes” bajo cobertura de un
supuesto derecho al acceso al conocimiento
que, por otro lado, ha
sido sistemáticamente vulnerado
por los procesos de Selectividad.
Es decir, se entendía que la Universidad
Estatal debería gestionar el
máximo de estudiantes para proporcionar
una formación cualificada
que, en realidad, acababa por
desvalorizar la formación misma
por sobreoferta. Y ello, claro está,
se traducía (para alegría de algunos
pocos) en sueldos tensionados
a la baja en el mercado laboral.
Bolonia, si representa
algo, es un cambio estratégico del
Estado europeo en vistas a la batalla
global, para el que se acompaña
una supuesta “racionalización” de
sus estructuras universitarias. Es
decir, se intenta no buscar duplicar
esfuerzos humanos ni tecnológicos,
sino tender hacia cierta
especialización geográfica: se entiende
como despilfarro que haya
varias universidades intentando
ser punteras en un mismo ámbito.
Se persigue un escenario universitario
donde existan centros de investigación
y desarrollo altamente
especializados en ámbitos de conocimiento,
concentrando esfuerzo
humano, material y tecnológico
para la competencia global. Se cree
que así se podrá exprimir más la
casta del saber y se adquirirán mejores
resultados científico-técnicos,
los cuales tendrán que reflejarse en
mayores capacidades competitivas
tanto para el Estado como para el
tejido empresarial europeos. Pues,
como ahora, se busca vincular la
producción universitaria con el
mundo de la empresa y del Estado,
pero perfeccionando los mecanismos
ya vigentes. Se calcula que el
proceso de reestructuración pueda
culminar en los próximos quince
años.
De este diseño teórico
resultan los dos grandes ítems del
proceso boloñístico: movilidad y
competitividad. Puesto que el conocimiento
europeo se quiere concentrado
y especializado, el mecanismo
de la competitividad debe ir
puliendo el nuevo mapa científico
europeo a nivel de universidades.
Así, se potencia la batalla interuniversidades,
o mejor dicho, entre
carreras para captar los mejores
cerebros y llegar a esa figura mitológica
llamada “Excelencia”. La
competitividad como principio,
como medio y como objetivo. Bolonia,
en este sentido, no implica
ningún cambio significativo a lo
sufrido hasta ahora.
Este objetivo de reestructuración
geográfica exigiría tanto
a profesores como a alumnos el
desarraigo local (con perdón a las
sensibilidades tribales) en pos de la
nueva identidad nacional europea
en construcción. Es decir, la lógica
del nuevo espacio universitario
exige una alta movilidad. Dicha
movilidad provoca ya de entrada
cierta selección social por criterios
estrictamente socio-económicos
que sólo un sistema generoso de
becas, a modo de parche, puede
parcialmente mitigar. En definitiva,
lo que se quiere intentar potenciar
es el programa Erasmus
(programa internacional de intercambio
de estudiantes), pero a
gran escala. Digamos que Bolonia
lo que pretende es erasmunizar la
universidad.
Dicha movilidad está
acorde con este interés de hacer
de la actividad universitaria una
actividad a tiempo completo, tanto
para profesores como para alumnos
brillantes. Pues hay que recordar
que la metodología docente
que implica Bolonia exige, teóricamente,
dedicación completa tanto
para alumnos como para profesores.
Se entiende que la inversión en
profesorado y becarios será rentable
siempre que el conocimiento
científico-técnico resultante sea
aplicable a la actividad empresarial
y/o estatal (donde se encuentra la
misma universidad estatal como
agente competidor).
A lo que apunta este nuevo
escenario es, pues, a un sistema
de becas más o menos generoso
pero bastante restringido basado
en la captación de potenciales
cerebros que puedan servir a los
intereses del sistema. En este sentido,
Bolonia no representa ningún
retroceso significativo, sino que
busca perfeccionar la “selección”
de los elegidos, para revalorizar así
la titulación universitaria europea
en la escena global. Digamos que
busca afinar un poco más las vías
de acceso en vistas a una mayor
movilidad de estudiantes y profesores.
Como los tiempos no están
para alegrías presupuestarias (al
menos para educación, otra cosa
es para temática bélica, disciplina
que goza de salud y futuro), se
confiaba en el boyante sistema crediticio-
endeudador bancario, que
ha durado hasta reventar. Ahora
aumentan las dudas.
Pues hay que recordar
qué se espera de la Universidad:
salida laboral diferencial, ya sea
en el Mercado como en el Estado
mismo, respecto a otros individuos
que no disponen de las titulaciones
obtenidas. Así, pues, la
estrategia boloñística es pasar de
una explotación extensiva de los
cerebros universitarios (la famosa
masificación), a una explotación
más bien intensiva. En definitiva,
nos movemos dentro de una lógica
que más que privatizar la universidad
estatal (los ricos ya tienen
sus propios centros universitarios
cuando los necesitan), busca privilegiarla.
Todo el sistema universitario
entra en una vorágine competitiva
donde nadie tiene claro a
dónde se va a llegar. Muy acorde
a los oscuros tiempos que se avecinan.
Porque, en realidad, nadie
sabe muy bien hacia dónde se camina.
Sólo se tienen claras cuatro
coordenadas (auténticas copias del
modelo norteamericano) y el motor
que debe guiar el proceso: la
competitividad.
Pues aquí está, precisamente,
la clave de la cuestión. La
Universidad es, en este sistema social,
una de las principales fuentes
de generación de privilegio. De
legitimación de las desigualdades
socio-económicas. Sólo hay que
ver su estructura típicamente feudal:
arriba, la casta privilegiada de
catedráticos y profesores titulares,
muchos de los cuales ponen los
pies más fuera de la Universidad
(ya sea en la política, ya sea en la
empresa) que en sus clases, despachos
e investigaciones. Por debajo,
todo el personal docente e investigador
precario (desde los lectores
y ayudantes, hasta los asociados,
becarios doctorandos y becarios
con becas-basura) cuya aspiración
(no hace falta mucha estadística) es
hacerse con una plaza dentro de la
casta privilegiada. Por debajo, los
futuribles, es decir, los estudiantes.
Y, como no, la grasa del engranaje,
esto es, la burocracia, con su sistema
meritocrático de escaleras promocionales
y su propia lógica de
privilegiados y precarios. Y eso sin
olvidar a todo el personal subcontratado,
con sueldos basura, como
puede ser el personal de limpieza.
E aquí los cuatro estamentos de la
Universidad del Estado, percibida
por casi todos como palanca meritocrática.
Como gran parte de los
catedráticos y profesores titulares
de las universidades participan activamente
en el mundo de la política
y de la empresa, se puede decir
que Bolonia no toca, en absoluto,
sus privilegios y que, en cambio,
no hace sino reforzarlos en gran
medida. Puesto que todo conocimiento
que emana de la Universidad
debe pasar, imperativamente,
por la firma de alguno de sus representantes,
la mayor vinculación
de la Universidad con la empresa y
el resto del Estado no puede sino
acarrearles más privilegio y, por lo
tanto, poder.
De aquí el cambio estructural
de los planes de estudios:
se inician con el grado de cuatro
años (en lugar de licenciaturas,
ingenierías y diplomaturas), para
luego saltar, una vez graduados, a
los másters oficiales. Estos másters
representan, en realidad, el cambio
académico por excelencia de Bolonia,
y que de hecho suponen una
estatalización de los antiguos másters
que se estaban gestando en las
entrañas de las universidades, y
que sí representaban una privatización
encubierta. Los nuevos másters
oficiales, efectivamente, van a
suponer un aumento del coste de
los estudios estatales, pero muy inferiores
a los másters-chanchullos.
De hecho, la creación de másters
oficiales suponen cierto “golpe”
de Estado (al menos en España)
contra cierta casta de profesores
que estaban aprovechando los es-
tudios de postgrado como una vía
alternativa de explotación privada
de alguna rama del conocimiento.
Así, pues, lo que Bolonia provoca
es más bien una estatalización, no
una privatización.
Finalmente los más elegidos
saltan al doctorado, cuya
titulación es necesaria para poder
optar a la casta de privilegiados.
Pero su acceso depende de las vinculaciones
académico-personales
que uno tenga con la casta privilegiada,
dentro de una auténtica
batalla sin cuartel. Se establecen,
así, redes de sumisión y servilismo
al más estilo feudal (por no decir
mafioso), donde se canalizan todas
las energías hacia los puntos
de interés de la casta privilegiada
(que no dejan de ser sus propias
carreras, investigaciones, opciones
políticas y/o contratos empresariales).
De hecho, muchos han usado
la Universidad como pantalla para
negocios y contratos cuyas investigaciones
tienen más de mafiosas
que de científicas.
De hecho, el inconveniente
principal para la mayoría de
esta casta es que Bolonia implica
una metodología docente que va
exigirles (¡a ellos!) eso tan pesado
que es dar clases (¡y prepararlas!)
y, para colmo, volcarse en seguimientos
continuos de los alumnos
para realizar correcciones habituales
(¡con lo que eran los exámenes
tipo test corregidos informáticamente!).
Pero Bolonia, en realidad,
lo que les ofrece es la posibilidad
de explotar intensivamente a toda
la estructura de estudiantes de grado,
másters, doctorado y del profesorado
complementario con aspiraciones,
y sin tener que actuar con
el descaro y sinvergüencería con la
que han actuado hasta la fecha. La
misma metodología prevé cargar
de trabajo al alumno fuera de las
aulas, con la opción de reducir la
docencia presencial. Como se entra
en lo opaco de lo virtual, nunca
se sabe muy bien quien está al otro
lado de la pantalla. Así, becarios e
investigadores en precario ya pueden
ir preparándose para todo un
calvario. Sin duda, algunos ya no
tendrán que ir con los pantalones
en los tobillos. Podrán dejarlos directamente
en casa.
Evidentemente, tal servilismo
y sumisión académico-personal,
apuntillado por el mecanismo
de competitividad, hace prever
que el sistema mafioso vigente
llegue a extremos insospechados.
Pero no lo provoca Bolonia. Hace
mucho tiempo que está instalado
en las universidades, sean estatales
o privadas. La universidad nunca
ha dejado de trabajar para el Mercado
y para el Estado mismo.
Sólo algunos pocos docentes
y alumnos universitarios
trabajan a contracorriente para sacar
el conocimiento de la Universidad
del Estado y devolvérselo a
la sociedad. Existen serios intentos
de generar institutos, universidades
libres y populares, centros de
formación, etc. destinados a la lucha
contra la desigualdad social, y
por la libertad. Y no para servir a
la explotación y a la dominación.
Quizás con Bolonia esta recuperación
del conocimiento que el
Estado usurpa a la sociedad va a
ser cada vez más dificultoso, pues
el mecanismo competitivo tiende
a cerrar el conocimiento en los
círculos del privilegio y del poder.
Pero el acceso al conocimiento
no pasa ya necesariamente por la
Universidad. La explosión tecnológica
ha puesto el conocimiento
en circulación abierta, y no ya sólo
en las bibliotecas universitarias.
Las metodologías de aprendizaje
y los objetivos pedagógicos y sociales
podemos articularlos desde
las instancias que seamos capaces
de construir. Quizás ha llegado la
hora de dejar de defender la Universidad
del Estado, y prepararnos
para defendernos de ella, y sus
efectos.

Colectivo Escuela Libre
Apartado de correos 15088
08018 - Barcelona

Extraido del Antisistema nº 21 (Enero 2009)
Puedes leer el periodico entero aquí::
http://www.nodo50.org/albesos/uploads/articulos/PRUEBAfinal.pdf

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